De la vida diaria.
Ser lo que somos. (Compartido)
No importa lo imposible que
parezca lo que hacemos, si hay atención todo se logra. MJ
Solo podemos ser lo que somos.
Es el Zen el camino para entender
que mientras no haya atención, no se empalma la realidad con la mente.
A veces parece que es muy
fácil ser uno mismo, más cuando miramos
bien la intención que subyace en nuestras acciones, llegamos a darnos cuenta de
que mucho de lo que hacemos no nos corresponde y nos crea inquietud
innecesaria, porque no nos define ni lo que hacemos ni lo que tenemos: solo lo
que somos. Cuando uno mira hacia
atrás, nos damos cuenta cuanta energía se ha ido en acciones desgastantes. Nada está perdido mientras exista
un plan de recuperar. Nada regresa igual, he ahí el detalle de una de las
acepciones de la palabra creatividad: es acción que renueva, se sitúa en el limo sobre el cual trabajamos, pensando
que hoy es el primer día del resto de nuestra vida.
A veces los destellos de
algunas realidades que no nos corresponden nos permean. Nos hacen creer en
otras cosas que nada tienen que ver con lo que nos define. La realidad, que siempre
es única para cada quien, tiende a involucrarnos en otras dimensiones tanto humanas
como espirituales, y así reinventarnos a cada momento. A fin de cuentas el
asunto no es desear, es más bien saber elegir.
Dicen por ahí que rememorar es
algo muy digno, y que aunque nos esmeremos en demasía siempre solo recordaremos
lo que nos impactó. Cuando se han escrito las experiencias y vivencias, por
momentos pareciera que estuvimos vivos en otras personas que ya no somos, y
hasta extrañeza nos causa vernos tal como fuimos.
Lo que sentimos nos
define.
Se puede decir que quien no
entiende lo que siente, no logra lo que quiere,
desear puede ser arma filosa que nos lleve a dolores irreparables.
Sentir es algo que se aprende y no es una costumbre muy arraigada, a veces se
les teme a los sentimientos.
El tiempo de los adultos se
transforma a través de la paciencia.
Quien no logra entender lo que
significa ser paciente, se puede desintegrar en círculos redundantes, para
darse cuenta al final que la vida tan solo ha sido esa gran esfera que se
contiene en otra más, conformada por momentos e instantes. A veces inasibles. Nos
embauca tanto la parte del hacer y del tener que nos perdemos la dicha de tan
solo ser.
El autor Duccio Demetrio nos
dice que todos tenemos en lo profundo un yo
tejedor. Voz que nos habla en la
mente, que va diciendo y que nos dirá más cuanto más seamos conscientes de su
existencia.
Enorme gozo es recordar.
Rememorar tan solo por lo que
significa en uno mismo el volver a nosotros y salir hacia nuestros
congéneres que puedan gozar con nuestros recuerdos.
Recordar nos unifica, nos da
una nueva versión de nosotros mismos.
Las libretas que abrazan
imperturbables mis vivencias, ahora se mueven para tomar un sentido: se van
concretando en un nuevo texto para darme la oportunidad de parafrasear tan solo
con el sentido renovado de mi misma.
En los años mozos dudamos más.
Creemos que podemos encontrar mejores verdades y hasta estamos a la espera de
que otros nos las enseñen y nos indiquen caminos. Vamos tras creencias que se
dictan como únicas e irremplazables, para volver a nosotros mismos, somos punto
de partida.
Montaigne expreso: “En lo
humano lo único constante, es la ambivalencia perpetua en la que se vive.”
Esa ambivalencia puede irse
empalmando para ser una sola expresión.
Cuando nos damos cuenta que no
coincidimos en todos los aspectos que nos afectan en la convivencia, que la
ideología del grupo al que pertenecemos a veces no nos hace comulgar, siempre
es temprano para cambiar el rumbo, abrirnos a nuevas visiones. Dejarnos de
debatir en dualidades que no aportan crecimiento.
¿Existe realmente el yo?
Virginia Woolf nos dice:
"La palabra yo, es solo una cómoda designación para nombrar a alguien que
no existe realmente."
Con el paso de los años,
Virginia Woolf se ha vuelto como una compañera de viaje en las vivencias de mi
diario vivir.
Conforme han pasado los años
me siento más cercana a ella y noto como todos sus textos (marcado por varias obras
emblemáticas) se me ha estacionado bajo la piel. Mucho le he leído más de una
vez, y siempre me deja renovado el interior, como si me suspendiera en una
ventisca fresca. Estaba recién casada cuando mi marido me planteó que era bueno
tener cada quien un espacio para el terreno de la creatividad, al cabo
comprendí que me hablaba de esa habitación propia que todas y todos
necesitamos y que no solo se refiere a al espacio físico, Virginia nos quiso
decir que todos tenemos una imperiosa obligación de ser dueños de nuestro ser
mental. Varones y féminas por igual.
Proust, el reconocido escritor
francés, decía: “Debemos saber solidificar lo que es la vivencia que llega en
los recuerdos.”
No apurar, dejar que se
asienten las vivencias y como nos decían los mayores que nos encaminaron, dar
tiempo al tiempo.
Estamos un poco enfermos de
carrerearnos, de empujarnos como si fuera todo tan importante como creemos.
Mucho nos hemos confundido con
el tener. Es el precio que se ha pagado por la civilización. Sin embargo esta
nueva etapa del mundo está exigiendo nuevos ajustes en la comprensión de lo que
somos. Lo noto mucho en los jóvenes que me rodean, como apuestan para tener una vida más personal y sencilla.
Para muchos seres humanos, ya
la vida no se entiende sin esa singularidad de ser. Para otros en cambio, hay
preferencia en seguir solo en las pautas que da la manada y así son felices. Da lo mismo, ya que al final nadie se
queda estancando, aunque algunos vayan por el camino más largo. Lo importante
es que la acción implemente en la felicidad.
Así, con la felicidad que se
apoya en un teclado, así también en los
textos escritos a mano y en letra manuscrita, es que continúo esta tarea.
Escritos que he dejado descansar por muchos años, ahora es la hora de hacer de
ellos algo digno y que no queden los originales encerrados tan solo en las
cajas que poco a poco los están acogiendo. La revisión está siendo emotiva y
aunque trato de ser lo más objetiva posible, la emoción me gana por momentos.
Reviso de a poco y mi mano escribe con prisa lo que reinterpreto haciendo
textos nuevos, repensados.
Todos somos una serie de yos que se encierran en uno, a veces
encontrar el hilo conductor del yo que teje todo, se hace una tarea fascinante.
Al revisar uno se encuentra con pasajes que
pudieron ser de otra manera, y hasta uno se imagina el pudiera haber sido, y al
final solo pudieron ser como fueron. La recriminación tiende a aparecer, mas no
encuentra lugar.
Marguerite Yourcenar nos dice
a la letra:
"Trato de
recorrer nuevamente mi vida en busca de su plan, seguir una vena de plomo o de
oro, o el fluir de un rio subterráneo, mas este plan ficticio no es más que una
ilusión óptica del recuerdo. De tiempo en tiempo, en un encuentro, un presagio,
una serie definida de sucesos me parece reconocer una fatalidad; pero
demasiados caminos no llevan a ninguna parte, y demasiadas sumas no se
adicionan."
Tal vez... "una
conversación asidua con las emociones diáfanas de los propios recuerdos, cuyo rememorar
genera, a su vez nuevas emociones."
El recuerdo es una suma de
naturalezas muertas que reviven.
Proust nos dijo: "nuestro
tiempo perdido es un lugar sagrado."
Y sí que lo es. Es el espacio
en donde hemos vivido y hemos creído ganar y perder, cuando en realidad solo
hemos aprendido.
Y regresando a Proust nos
dice: "creía que conocía perfectamente el fondo de mi corazón. Pero
nuestra inteligencia por muy grande que sea, no puede aprehender los elementos
que la componen y que permanecen insospechados hasta que, del estado volátil en
que se mantienen durante la mayor parte tiempo, un fenómeno capaz de aislarlos
los somete a un principio de solidificación."
No existen verdades estáticas,
ni mucho menos quietas, no existen verdades eternas ni tampoco verdades únicas.
Todo es verdad porque es absolutamente parte de la vida humana. MJ
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