miércoles, 1 de diciembre de 2021

 

De la vida diaria.

                                             Fuerzas que nos mueven. (4)Compartido)

María José Roche

                                                                                                                                 En una época de mi vida las presiones del diario vivir me hacían llorar. Lloraba mares y luego hinchada como un globo seguía mis rutinas. Ni modo, he de aceptar que ese fue mi modo. No sé cuándo dejé de utilizar el llanto para ordenarme por dentro, pero he de decir que me sirvió mucho en su momento. Creo que la rotunda forma pragmática de mi marido me ayudó, porque si mal no recuerdo a él nunca le quedó claro eso del llanto como catarsis de cansancio. Me dejaba externar a lágrima tendida todo lo que me causaba estrés y como decía un tío suyo: Pasar  del estrés al escuatro y seguir adelante.

Creo que era muy terca en empeñarme  en tener todo claro y controlado. Cuando uno es más joven cree que eso es posible. La claridad llega cuando nos damos cuenta que lo que sí es claro, es que nada lo será tanto, mientras tengamos la terquedad de  querer saber y controlar todo.

Los hijos adolescentes, siempre con novedades que hacer y qué practicar. Uno tratando de mantener el bote a flote y lo mejor es llegar a la madurez y poder volver la vista atrás y decir: No nos hundimos. El abierto mar está al frente y aún hay mucho por navegar.

Que feliz me hace hoy día, haberme dado cuenta que mi hija desde muy niña manifestó sus gustos y aspiraciones. Es una joven muy feliz. En su personalidad  tan clara desde siempre nos recordó a todos una vez más, el valor de saber el camino que se anda por propio pie y que más les vale a los de alrededor no preguntar de más. Los viajes que hemos compartido en mucho son asunto de sus decisiones porque lo disfruta, siempre con sorpresas muy agradables. Que grato es sentir en la adultez que los hijos son enormes compañeros en este viaje de vida, que aunque ya estemos más cerca del horizonte final, la calidad de la madurez no tiene precio.

Para estos años mi padre ya se ha ido. Me visita en sueños hasta hoy día de vez en cuando. Escribí con otro color de tinta algunos de los sueños que tuve en estas épocas y no me arrepiento del tiempo que ocupe en hacerlo, la verdad da mucha risa observar años después, lo que uno ha soñado durmiendo. Nunca he entendido nada de eso, solo puedo decir que tuve varios sueños de vuelo  (tipo de sueño en el que uno da el talonazo en tierra y se eleva el cuerpo para ver desde arriba todo lo que pasa). Que maravilloso es que se nos de esto,  y disfrutar como los sueños nos traen tan vívidamente a los seres queridos que se nos adelantan.

Nunca en mi niñez fui muy perruna. Convivir con perros de cacería fue algo de la vida diaria en mi infancia. Perros de casa aprendí a tenerlos por petición de los hijos que los trajeron sin chistar. Ya bastante adulta aprendí que además del amor a los gatos que he tenido desde niña, los perros son unas criaturas increíbles. Son casi personas para el disgusto de muchos ya que en algunos sitios los tratan mejor que a los seres humanos. Creo que no hay que exagerar y cada especie en su sitio, pero los perros merecen todo nuestro respeto y cariño. Tuvimos un labrador en estos días que releo, que con solo vernos con los  tenis de caminar puestos, daba brincos hasta el techo. Hoy día aquí en casa solo convivimos con una gatita y es la dueña y señora del cariño de todos, pero están deseando perros otra vez. Uno en verdad puede disfrutar con ellos como parte de la vida.

Para las terribles migrañas que me asolaban de manera constante me ayudaba un poco el ejercicio. Nunca exagerado porque se daba el efecto adverso y era peor. Los domingos íbamos a pelotear a las canchas de tenis mi hijo adolescente y yo, que gratos momentos. Hay asuntos tan claros en la memoria que cuando uno los recuerda son de hoy. Lo bueno es que hoy día aquí somos amantes del buen tenis. Los que nunca lo practicaron como mi marido, los que lo jugaron de niños y adolescentes y yo que hasta ya bastante grande estuve practicando en modalidad dobles con mucha satisfacción. Una buena afición endulza la vida.

                                Al ir cerrando el siglo pasado, noto que poco nos damos cuenta de los cambios tan enormes que nos ha tocado vivir a  los de mi generación. En lo personal acostumbrarme a la computadora me tomo su buen tiempo y ni qué decir de sus anexos que hasta hoy tengo que pedir ayuda a los jóvenes para lograr cosas. Nos dicen a los adultos que lo que nos pasa es que nos cerramos y no ponemos atención, puede que si tengan razón, pero lo que no entienden es que nos representa un esfuerzo diferente al que ellos han tenido que desarrollar para ser parte de un mundo totalmente técnico y globalizado.

 Ni modo, la computadora no será nunca lo mío en su totalidad,  ya que aún para copiar y pegar un texto me puede causar conflicto y tengo que escuchar el  - ¡mamá, por favor si ya te lo expliqué mil veces!-  y sin chistar digo:-pues ni modo, habrás de explicarlo mil y una.-

Escribí,

Dormitar en lo profundo.

Atención en lo certero, alerta y fluir.

Constancia en el vibrar.

¿Amor total?

Sin confundirnos.

Lucidez, que se pinta sola.

Presente de contornos desplegados.

Sintiendo certidumbre.

¿Amor?

Asunto que no es de olas.

Plasmar en los renglones de cada día.

Espíritu asido con esmero.

La vida nos lleva.

Vayamos de su mano. MJ

 

 

 

 

 

 

 

 

                               

 

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